El 10 de diciembre tuvimos nuestra gran gala de fin de año de danza polinésica en la cual participaron todas las alumnas de Providencia y Peñalolén.
Este evento, que se realizó en el Teatro Camilo Henríquez tuvo una temática muy especial: la mujer salvaje
El nombre "Te Vahine Oviri" justamente significa eso.
A continuación algunas fotos del show junto con el guión que iba explicando cada coreografía.
Esta presentación tiene como nombre “Te vahine oviri” que significa “mujer salvaje”, es una muestra de danza dedicada a la mujer, porque mientras más cerca estamos, más nos damos cuenta de lo necesario que son las tribus, la unión, la fuerza, el compañerismo, no romper nunca ese círculo sagrado que nos mantiene.
Esta noche dedicamos esta presentación y hacemos un homenaje a todas aquellas mujeres que han sido víctimas de violencia y que no están con nosotras, a todas quienes han sido víctimas de maltrato y lograron ponerse de pie y salir adelante, a todas aquellas mujeres que cargan con un dolor día a día, a la mujer valiente, a la mujer trabajadora, a aquella mujer que a pesar de todo comprende que lo importante está en uno, que se ama, se valora y se respeta, que baila sin tapujos y es feliz sin juzgarse, a la mujer que se atreve, a la mujer salvaje.
¿Quiénes somos? Las mujeres del universo
Si tienes miedo, aquí estamos
Juntémonos. Unámonos
Para llevar el mensaje de amor y unión
Abre tus alas
Tenemos la energía vital
Tenemos la sabiduría
Tenemos la fuerza
Para eliminar la maldad del mundo
Mujer salvaje fuerte e indomable.
Fiera, guerrera, capaz de lo que se proponga.
Luchadora hasta el final con determinación y valentía.
Mujer atrevida, que libera su Mana (energía vital) por los poros, presente en cada paso que da, cada palabra, cada acción.
Mujer Salvaje fuerte e indomable.
Con su coraje inquebrantable, aquel que la hace vivir todos los días.
Ahi significa fuego. Elemento venerado, de cualidad dual, que quema y abriga, que duele y reconforta.
La mujer es fuego, es poder, es luz, es calidez, es una llama inagotable de este “mana o te vahine” que es la energía femenina para los polinésicos.
Mujeres en torno al fuego, en danza circular, apoyadas y amadas, una tribu indestructible, llama ardiente que jamás será apaciguada.
La vida está hecha de sueños, a través de ellos somos libres, volamos, nadamos, morimos y resucitamos.
Moemoea, palabra tahitiana que significa soñar. ¿Qué seríamos si no soñáramos? Entes aislados de alma y de vida. El sueño nos moviliza, nos vitaliza y nos conecta con nuestro ser.
El amor y la mujer siempre están envueltos en un halo onírico.
Emoemoea, una danza al sueño del amor.
La alegría, ‘oa’oa en reo tahiti, el disfrute, la coquetería, la felicidad y la sensualidad.
Una mujer en todo su esplendor es una mujer alegre que disfruta de ser, de existir, de vivir, sin importar el exterior, solo con el goce de ser ella misma.
Ella se atreve a expresar, a deleitarse con su sensualidad, hermosura y, sobre todo, con su libertad.
“Tu belleza es comparable a una flor.
Eres mi deseo por las noches, mi fiel amiga, la persona a la cual rogué al firmamento.
La fuerza de nuestro amor es tan grande como el océano de Kiva.
Nuestro deseo es inmenso como el cielo, tan poderoso como los rayos del sol.
Esto será para siempre, el amor siempre perdurará”
¿Qué sería si no existiera la dualidad? ¿Acaso existiría el día y la noche, la vida y la muerte, la debilidad y la fortaleza, lo masculino y lo femenino?
Estos dos no se contradicen, sino que se complementan, coexistiendo en equilibrio.
Es así como la fusión del hombre y la mujer es parte de la naturaleza, de la vida.
Una tribu de mujeres bailando es un centro nuclear de energía terrenal y espiritual, se ve, se siente, tanto las que bailan como quienes observan.
El mana sale desde los pies hacia el centro de la tierra, conectándose con lo terrenal, con la pachamama, a través de ese paso suave, cuidadoso, respetuoso, los pies nunca golpean, siempre acarician la tierra con un roce delicado. Luego desde la coronilla hacia el cielo surge la energía vital espiritual, la conexión con lo divino, con lo onírico. Las manos y brazos son el vehículo conector con el momento presente, con el aquí y el ahora. De esta forma, la bailarina se desenvuelve en un sinfín de conexiones, una meditación en movimiento.
¿Conoces la historia de tus antepasados?
¿Conoces sus costumbres y leyendas?
¿A quienes formaron a nuestro pueblo?
Sé el guardián de este conocimiento y traspásaselo a los demás.
Honra tu religión.
Entiende de dónde vienes y para dónde vas.
Y cuando levantes la cabeza y mires las estrellas, recuerda quién es el que ilumina el universo.
Se levanta el sol al amanecer
Y con él esta magnífica mujer
Sopla el viento
Que recorre su piel
Morena y hermosa
Su cara bella
Su pelo hermoso
Mujer, te quiero
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